Curullar: el interiorismo hecho verbo
Hay casas que decoras y casas que curullas. Si te intriga esta palabra (y todo lo que puede hacer por ti), aquí va una historia de raíces, oficio y colaboración. Un manifiesto práctico para que tú también puedas curullar tu espacio con alma sin caer en modas vacías.

Marta, interiorista y fundadora del estudio Curullar, ha acuñado este verbo para describir lo que ocurre cuando un espacio deja de ser neutro y se convierte en un lugar con vida propia.
Curullar no es simplemente decorar. Es llenar un espacio con recuerdos, complicidad y vida compartida; diseñar desde la colaboración y rescatar la belleza de lo cotidiano.
Un verbo con raíces

La historia comienza en la infancia de Marta, cuando ayudaba a sus padres a construir su propia casa: tirar cables, pintar paredes, serrar parquet… Aquellas tareas domésticas se convirtieron en una escuela temprana de interiorismo.
“Los espacios no son neutros: se construyen con afecto, esfuerzo y memoria”, afirma. Y de esa convicción nació el verbo curullar, un término que hoy da nombre a su estudio y a su filosofía.
“Yo curullo, tú curullas, y entre todas curullamos tu espacio para convertirlo en un lugar pensado para ser vivido”.
El método Curullar: diseñar contigo
En Curullar, decorar no es un gesto unilateral. Marta trabaja en red con arquitectas, interioristas, artesanas, diseñadoras gráficas o fotógrafas. Pero la colaboración más importante ocurre contigo: el cliente se convierte en coautor del proyecto.
“Me encanta ayudar a desenredar ideas y convertirlas en soluciones reales”, explica. Esta manera de trabajar convierte cada encargo en un passion project. No importa si se trata de un piso pequeño o de un local gastronómico: todos se viven con la misma intensidad.

Entre sus últimos trabajos están Pécora, Forno Bomba, Híbrid, Old Coffees House, La Camila o Slowmov. Espacios que ya forman parte de la vida urbana de Barcelona y que reflejan el espíritu Curullar: cercanía, autenticidad y detalles que cuentan historias.





Mirar para curullar

Curullar empieza en la mirada. Marta observa fachadas, texturas olvidadas, colores inesperados. Fotografía rincones anónimos que luego inspiran atmósferas enteras. Cuando está inmersa en un proyecto, hasta su ropa refleja la paleta de colores en la que está trabajando.
El proceso también se alimenta del scroll infinito en Instagram y Pinterest, porque la inspiración no distingue entre calle y pantalla. Y, como telón de fondo, la música que sugiere Spotify, que acompaña el estado de ánimo de cada fase.
Identidad y narración
Curullar no impone un estilo, construye un relato. En el de Marta conviven sus rojizos favoritos, lecturas como Un mundo feliz de Aldous Huxley, la sensualidad de Call Me by Your Name y la estética de Paolo Sorrentino; referencias que se filtran sin dictar. Porque decorar es narrar: cada objeto, cada color, cada atmósfera cuenta un capítulo de tu historia.
El hogar como laboratorio
Su casa confirma lo que predica: colorista, vital, llena de piezas con pasado. De esa pasión nació Gèneru, un proyecto paralelo para rescatar y compartir objetos con historia. Allí brillan sus fetiches, las lámparas Toucan Lamp, iconos pop de los setenta que han regresado con fuerza al radar vintage. ¿Por qué importan? Porque recuerdan que el diseño divertido también curulla: levanta el estado de ánimo y desdramatiza el espacio.
Y, sí, está Cendra —su gata— ocupando sofás y encendiendo rincones. Porque un hogar también se mide en compañía.

Cotidiano y compartido
Curullar no solo ocurre en la obra o el diseño: también en la vida diaria. Un plan perfecto en casa siempre incluye amigas, familia y palomitas. Su plato estrella es la tortilla de patatas con cebolla, poco cuajada, ya convertida en ritual entre sus amistades.
Si pudiera elegir algo ahora mismo, no sería un objeto decorativo, sino un lugar: una terraza con vistas al mar y otra a la montaña. Una declaración de intenciones: curullar también es abrir el interior a los paisajes que nos inspiran.
Lugares que curullan
En Barcelona, Marta se queda con Gràcia, su barrio de acogida, y con la Barceloneta al amanecer, cuando todavía hay más peces que personas.
En el extranjero, cita Brooklyn, Kioto, Berlín, Oaxaca y el Chocó: lugares diversos, llenos de carácter y cultura. Todos ellos inspiran su manera de entender la decoración como cruce de identidades y memorias.
Curullar es habitar con alma

En un sector a veces dominado por tendencias fugaces, Curullar propone otra lógica: hacer de la decoración un proceso compartido, honesto y lleno de sentido.
No es un estilo más dentro del catálogo decorativo. Es una actitud vital. Decorar no consiste en llenar paredes ni estanterías, sino en crear espacios que te acojan, te representen y te hagan vivir mejor.