Hay cosas que es necesario estrenar. No compres ropa interior en Wallapop. No compres un colchón usado, especialmente si es de un metro de anchura o menos: los niños se mean en la cama. Obviamente, no compres comida usada. Ni pañuelos, ni preservativos. Huelga decirlo.

Sin embargo, no da tanta rabia no estrenar otras cosas. No molesta comprar un Porsche de segunda mano, ni tampoco un Honda Civic si está limpio. No molesta re-estrenar novio/a (haga cada cual su interpretación de esto). Y puede haber algo excitante en comprar discos de vinilo o libros usados.

Pero luego hay un camino del medio. Hay cosas que compras de segunda mano pero dan el pego. Son casi nuevas. Esos gadgets que te enseña tu cuñado que ha comprado, con el plástico todavía en la pantalla, a precio de risa. ¿Has pensado que puedes hacer eso con una vivienda? Puedes decirle a tu cuñado que le has quitado el serrín al suelo. Y que te ha costado menos de la mitad de lo que le costó su cuchitril con fachada horriblista (las que se hacían en el 2006 con paneles imitación pizarra) en el Parc Central.