
Victòria Martí
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Una vez asistí a la charla de una reputada estilista de moda donde explicaba su experiencia cuando empezaba en esta profesión. Vestía de manera sofisticada, que se notara que era estilista: trajes chaqueta masculinos, faldas de tubo, tacones, colores oscuros..., transmitiendo una imagen de poder, un punto altivo. Un día, caminando sobre los altísimos tacones, cayó por la calle, y explicaba que nadie se le acercó, por temor a que ella contestara mal. Esto la hizo reflexionar. Cambió su imagen, la hizo más cercana, más natural, menos agresiva. Quería que si volviera a caer, la gente se le acercara, le preguntara si estaba bien y la ayudara a levantarse.
En el sector inmobiliario esta reflexión es súper aplicable. Y así hicieron los propietarios de esta vivienda. Los últimos inquilinos creyeron que unos colores llamativos en las paredes hacían este piso sofisticado, pero en el fondo, no ayudaban nada a poner en valor los espacios tan singulares del piso, e incluso, la primera impresión creaba rechazo. Decidieron pintar con colores neutros, agradables a la vista, potenciando la visión de los altos techos con molduras y rosetones. Decidieron volver al piso su esencia, a los orígenes, porque a veces "la originalidad consiste en volver al origen" como ya decía un tal Antoni Gaudí.