Dime cómo vives y te diré cómo eres. Es una verdad como un templo, que rara vez falla. Ésta no es la excepción.

Te invade el color blanco, salpicado por los pocos cuadros que cuelgan de las paredes y por el verde del jardín. Un móvil de peces de colores te sorprende desde la escalera. Y de repente, involuntariamente, respiras profundo, y reconoces el olor del orden y de la paz.

Conversaciones a media voz, un té sobre la mesa, pinceles manchados de pintura, un libro abierto sobre el sofá, Mozart de fondo ... Y respiras, respiras ... Y reconoces el olor del orden y de la paz de esta casa que respira contigo.