Hay que entenderla, son dos, pero es una... Dos paredes de una misma casa intentando conciliar diferencias casi insalvables. Una pared áspera, antigua, telúrica, discurre de un extremo al otro de la vivienda. En frente, planos de paredes blancas, adelantadas algunas escondiendo puertas, resguardando escaleras, enmarcando la cocina. A veces se pliegan formando un falso techo que cruza la anchura de la casa y entrega contra la roca.

En un extremo la casa se abre a la calle Marià Aguiló, eje vertebrador del antiguo municipio de Sant Martí de Provençals, hoy Poblenou. Al otro, 50 m2 para la felicidad casi todos los días del año: árboles, enredaderas, flores en macetas, una piscina de gresite azul que refleja la piedra vista de la pared medianera.

Todo lo demás está entre estas cuatro paredes, en un juego de opuestos entre lo antiguo y lo nuevo, lo público y lo privado.